El Piedemonte Llanero es un terruño de vida silvestre, cuna de aguas superficiales y subterráneas, corredor de bosques nativos, tierra de suelos fértiles, territorio de saberes y sabores autóctonos y de gente que aún guarda fuertes vínculos con el territorio. Todos estos, factores que inspiran las posibilidades de nuevas maneras de habitar la tierra como fundamento real de los giros culturales necesarios para superar la crisis civilizatoria-ambiental que protagonizamos.
A pesar de esto, el habitar humano está cada vez más alienado por el modelo de desarrollo hegemónico y la brecha entre la cultura y la naturaleza parece hacerse cada vez más distante. Mientras las aguas siguen naciendo cristalinas y los bosques siguen albergando una importante diversidad de seres vivos, el habitar humano vive sin percatarse de la importancia invaluable de la naturaleza en su territorio.